Mi mujer y yo pasamos diez noches en este maravilloso lugar en el mes de Agosto, divididos en dos estancias de cuatro y séis días, con un intermedio en Lisboa. Casa da Diná está en Malavado, un pueblo diminuto muy cercano a la costa de Alentejo. Es una zona preciosa que nos sorprendió por su variadísimo paisaje: acantilados de vértigo que dejan paso a calas y playas con pocos bañistas, pequeños y pintorescos pueblos blancos y vegetación frondosa que recuerda al norte de España. Todo ello bajo el cielo más azul que hemos visto nunca, y eso que hemos visto unos cuantos. Cuando volvimos a Casa da Diná de nuestro "intermedio" de cuatro noches en Lisboa, sentimos que era como regresar a casa y no echamos de menos la gran ciudad. La casa en sí es una preciosa construcción típica alentejana con cuatro dormitorios con baño para huéspedes construídos en su planta superior. Las habitaciones son amplias, sencillas, blancas y muy luminosas. Las camas son enormes y comodísimas, no recuerdo haber dormido tan bien en mucho tiempo. Los desayunos son variados, pantagruélicos y hechos con cariño, verdaderas obras de arte culinario. Hay dos perros, Moro y Carlota, a los que echamos tanto de menos, un gato, gallinas y patos, árboles frutales, huerta y patio donde se desayuna (al menos el verano) y se puede tomar el sol y relajarse en cualquier momento del día. Por cierto, la temperatura bajaba hasta los 18 grados por la noche y durante el día era raro que superara los 23. No está nada mal para ser Agosto. Nos acostumbramos a terminar el día leyendo en el salón de la casa, acompañados por Carlota y Moro y muchas veces charlando con nuestros anfitriones. Cuando les enseñamos las fotos de nuestro viaje a nuestras familias, nos percatamos de que casi la mitad de ellas eran de los desayunos de Diná, de nuestras habitaciones, de la casa y de los paisajes de Malavado (hay unos paseos excelentes entre maizales, alcornoques, eucaliptos y vacas). Un huésped con el que hicimos amistad dijo que la casa está llena de energía positiva. Quizá otros la califiquen de "casa Zen", o piensen que Diná y Walter son fieles seguidores del Feng Shui... Yo creo que Casa da Diná es algo más que un alojamiento rural, es algo así como un "state of mind", un estado mental. Ha sido el comienzo y el final de cada día, lo que hemos llamado hogar una temporada. Y realmente lo ha sido. Nos ha limpiado de nuestros problemas y nos ha descubierto un pequeño paraíso habitado por gente especial que no dudo tendremos el placer de visitar más veces. Nuestras vacaciones no hubieran sido tan gratas de habernos quedado en otro sitio. Creo que no debemos de ser los únicos en pensar así, porque durante nuestra estancia me atrevo a afirmar que la mitad de los huéspedes eran "reincidentes". Gracias, Diná y Walter, por vuestra hospitalidad, compañía y tolerancia con mis "rarezas" y gracias también a Carlota por convertirse en mi fiel amiga y compañera de paseos. Reincidiremos.…