El hotel está en medio de la selva con acceso al río y su propio embarcadero. Lo curioso es que está en medio de otro hotel el Evergreen con el que comparte servicios y están conectados por caminos. Por ejemplo, la piscina del Evergreen es más grande y tiene servicio de bar, cosa que no tiene el Rana Roja. Ellos te gestionan si quieres las excursiones, los botes,... que puedes pagar al final de la estancia. Y de las excursiones siempre, siempre nos comentaron qué posibilidades teníamos y si se recomendaban o no. Por ejemplo, no hicimos la de las tortugas nocturnas porque se habían avistado un par de tortugas pero nada más. No esconden nada de información. Con ellos hicimos una excursión nocturna y otra en bote de remos por el parque nacional (con nuestro guía Rey) fabulosas. A todas partes se accede en bote en Tortuguero tuvimos un problema con el traslado al hotel desde La Pavona, pero se arregló porque nos negamos a bajar de la embarcación y pedimos que viniese la policía. Simplemente el piloto del bote no paró en el hotel y no quería llevarnos, cosa que hizo al final... y como premio vimos un cocodrilo al lado del embarcadero del hotel. El hotel está en un Parque Nacional, sobre la selva. Se pueden ver monos, tucanes, ranas, sapos, cangrejos, mariposas, arañas,... para algo estás en la naturaleza. La habitación tiene cortinas y mosquiteras (nada de bichos en la habitación), aunque las cortinas dejan pasar bastante claridad. Y si llueve, el agua al caer en el techo hace ruido, y toda la fauna mayoritariamente nocturna parece que está de fiesta. Y no tiene ningún otro lujo. No hay elección de almohadas (y son muy duras), el colchón no es muy allá,... pero se duerme bien. Wifi hay, pero en zonas comunes (mejor dejar el teléfono, basta con sentarse en cualquier sitio y abrir los ojos), nada de televisión,... El desayuno estaba bien. Lo cocinan todo a la vista, así que sin problemas. No hay pan como el nuestro, y tampoco tostadas, pero te las hacen en un momento. Eso sí, el zumo industrial. Se cena pronto, si piensas cenar después de las 19 no lo vas a poder hacer en el hotel. Como estábamos pocos, nos pasaron a cenar al Evergreen una de las noches con varios inconvenientes. El primero es que las mesas no son individuales por habitación, nos habían puesto una para 5 personas que no nos conocíamos de nada, y francamente a mí no me apeteceía hablar en otro idioma que no fuese español. La mesa además estaba fuera del salón restaurante, justo en la puerta de paso. Y para cuando nos sentaron el buffet de la cena había medio desaparecido y no reponían la comida a menos que te quejases. Un horror el Evergreen. En definitiva, una experiencia de inmersión en la naturaleza con suficientes comodidades, donde prima la naturaleza.…