Un restaurante que te hace sentir como si estuvieras en una casa tradicional de Etiopía.
Adaptados sus platos ligeramente al paladar occidental, nos hizo disfrutar con su mezcla de sabores y la oportunidad de comer con las manos: un pedazo de injera (pan etíope de sabor agrio) sobre el cual han dispuesto montoncitos de comida cada uno con un sabor distinto.
Divertido, exótico.
Servicio muy amable, con ganas de hacer cosas nuevas y explicar sobre su país.
Precio económico.
Muy recomendable, a nivel gastronómico y como experiencia.
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