Andando por la Av. de Mayo y Bolívar me topé de casualidad con el Pasaje Roverano, una perla escondida en medio del trajín de esta zona del porteño barrio de Monserrat. Lleva el nombre de su primer propietario y se trata de un edificio de oficinas lindante con el patio del Cabildo y en cuya planta baja se extiende una galería comercial que conecta la Av. de Mayo con la calle Hipólito Yrigoyen. Traspasando su umbral, se descubre una edificación majestuosa digna del esplendor de principios del siglo pasado construído en el año 1878 y reinaugurado en el año 1918 luego de la apertura de la Avenida de Mayo. Todos sus detalles retrotraen a la belle epoque con sus elegantes columnas de ónix, el diseño de sus vitrales y la profusión de mármoles y bronces en las escaleras, ascensor y en los locales (muchos cerrados) emplazados en los laterales y centro de la galería, como también en los balcones de rejas y barandas de bronce que permiten asomarse y mirar el subsuelo con locales comerciales casi despoblados, y donde existe una entrada a la estación Perú de la línea A de subterráneos, hoy día clausurada. Esta galería comercial contó hasta el año 2021 con una famosa peluquería que frecuentaba el Papa Francisco en su época como arzobispo de Buenos Aires, el cuál originalmente se encontraba sobre la avenida al ingreso de la galería y que se achicó mudándose al centro del pasaje, como también a partir de la pandemia cerró sus puertas el bar que daba a Hipólito Yrigoyen. Un histórico edificio de gran arquitectura en franca decadencia que tristemente hoy se ve apagado, desierto y abandonado.

El Pasaje Roverano data de 1918 y conserva en gran parte su arquitectura y estilo original. Sin embargo con la pandemia muchos locales de la planta baja han cerrado y hay un dejo de tristeza al recorrerlo. En el resto de los pisos hay oficina y en la terraza hay un mirador maravilloso llamado Rooftop Plaza de Mayo.