Ayer llevé a mi hijo a conocer El Querandí, con la expectativa de disfrutar juntos un buen almuerzo. La atención, el lugar y la calidad de la comida siguen sin cambios, pero sí me sorprendió, no favorablemente, la mezquindad de las porciones; antes no era así y no costaría casi nada, volver a los estándares del pasado no tan lejano.