“...Don Enrique fue inspirado en la belleza de los bosques que pueblan estas tierras. Fue construido con maderas de arboles caídos naturalmente, antiguas construcciones agrícolas y desechos de la depredación maderera...”
Don Enrique es un pequeño hotel, oculto en la selva Paranaense, lejos de cualquier pueblo, emplazamiento urbano o ruta transitada. Es un lugar agreste y prístino donde reinan el monte y sus habitantes. Esta región de serranías está ubicada a 280 Km. de Posadas, 290 Km. de las Cataratas del Iguazú y 40 Km de El Soberbio. Próximo a los Saltos del Moconá, Don Enrique se encuentra en lo profundo de una boscosa quebrada, a orillas del serpenteante río Paraíso, en la frontera sur del Corredor Verde y la Reserva de Biósfera Yabotí.
El hotel se caracteriza por su rusticidad y cálidos ambientes, y por los espacios exteriores con vista sobre las aguas del río. Los servicios y la atención son muy personalizadas y es por eso que son muy pocas las plazas disponibles durante todo el año. En el 2010, el lodge fué galardonado con el Premio Lugares, de La Nación, como "Mejor Pequeño Hotel" de Argentina.
Las cabañas están dispersas sobre la costa del río y diseñadas para que sus ocupantes experimenten un contacto con lo natural, sin la dependencia a tecnologías que distraigan la mente. Una galería con vista al hermoso río, puede resultar mucho más atractivo que un LCD al pié de la cama.
Todos nuestros pasajeros saben que llegar hasta aquí no es cosa sencilla y es esta dificultad lo que preserva el encanto del lugar. Sólo un vehículo de doble tracción puede amenazar la tranquila privacidad del lugar.
Para aquellos que anhelan una aventura, hacen un culto de la naturaleza, o simplemente tienen la motivación de experimentar un contacto con la tierra, el agua, y la vibrante diversidad natural de la Provincia de Misiones, este es su refugio. Bienvenidos!
Estuvimos en total 6 noches. La cabaña muy espaciosa, cómoda, súper silenciosa. Los mosquiteros y la limpieza diaria mantuvieron a raya a los bichos que siempre quieren entrar. La comida sencilla, abundante y muy rica. Se adaptaron a nuestras restricciones alimentarias perfectamente. El personal muy amable y bien dispuesto en todo momento. Marcela, una genia, nos llevó a conocer los distintos senderos y nos enseñó muchas cosas sobre las plantas y los animales del lugar. Ella le pone mucho amor a su trabajo y se nota. Los senderos suelen ser bastante cortos en general, pero Marce los hace muy interesantes. Nos metimos en el arroyo, estaba bastante bajo y amigable, y es muy linda la vista desde el agua. Hay que llevar sandalias para el agua porque el fondo es de piedras. Es importante tener en cuenta que es un lugar bajo (sobre un arroyo) y con vegetación selvática exhuberante, con lo cual hay bastantes bichos que complican un poco el sentarte afuera a leer tranquilo, por momentos al menos (no sé cómo será en otra época del año). Ahora no había casi mosquitos, y eso estuvo bueno. En resumen es un lugar ideal si querés conocer la selva misionera con la menor intervención del hombre (en otros lugares donde estuvimos por ahí no vivís la selva tan de cerca) pero de una manera amable y relativamente confortable. Desde ahí se puede salir a conocer lugares cercanos como los saltos del Moconá, y está bien incluso, si te vas a quedar más de dos días, salir y recorrer los alrededores. …
Estadía maravillosa súper recomendada, atención personalizada, cuidan y protegen el medio ambiente, me encanto el concepto, cabaña encantadora con vista a la selva y arroyo . Personal súper serviciarle , comida regional exquisita.
no lo recomiendo para nada....sucio y mal ubicado.....el servicio muy deficiente ....no se entiende como ponen un hotel en una zona con tan mal acceso ....la ropa de cama sucia y vieja ....los baños descuidados y llenos de pelos ...no vayan
La comida es excelente, la calidez de Marcela y todo el staff es increíble, están presentes en cada mínimo detalle,la limpieza de la cabaña es inmaculada....el entorno no se puede creer dónde están colocadas las cabañas.... seguramente volveremos,
Pasamos 2 días en familia en Margay, hace tiempo que queríamos conocerlo, desde la época de Don Enrique Lodge. El lugar nos maravilló, el entorno de la selva, la cabaña de mardera muy bien decorada, el arroyo..más no se puede esperar...la atención de Marcela la guía, Mauro en las caminatas, María en la cocina, con sus deliciosos platos, todo el equipo tan bien predispuesto para que pasemos unos días inolvidables en un lugar único. La sustentabilidad del lugar nos hace tomar conciencia como turistas y maravillarnos con lo más sencillo que nos da la naturaleza. Un lugar como pocos, altamente recomendable y ojalá podamos volver ...
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