Hotel Adler Cavalieri
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Información
Si buscas un hotel para familias en Florencia, no te pierdas Hotel Adler Cavalieri.
Los puntos de referencia que hay por los alrededores, como Campanario de Giotto (0,8 km) y Cupola del Brunelleschi (0,9 km) hacen de Hotel Adler Cavalieri un magnífico sitio donde alojarse en Florencia.
Las habitaciones de los huéspedes ofrecen servicios como televisor de pantalla plana, aire acondicionado y minibar, y los huéspedes pueden permanecer conectados con wifi gratuito que ofrece el hotel.
Hotel Adler Cavalieri tiene servicio de habitaciones y conserje para que la estancia sea más agradable. El establecimiento también cuenta con gimnasio y desayuno incluido.
Los viajeros que quieran filet mignon pueden acudir a Trattoria Zà Zà, L'Osteria di Giovanni o La Giostra. Si no, puedes dirigirte a un restaurante de sushi como Hoseki, Fusion Bar & Restaurant o Il Cuore Ristorante Giapponese.
Si tienes tiempo, Gallerie Degli Uffizi, Mercato Centrale y Catedral de Santa María de las Flores son atracciones conocidas a las que puedes llegar andando.
El personal de Hotel Adler Cavalieri está deseando atenderte durante tu visita.
Ubicación
Opiniones
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- Español
El personal es muy amable y servicial.
El desayuno correcto y los camareros encantadores.
Las habitaciones están bien, el baño un poco pequeño pero con todo lo necesario.
Otro detalle a destacar la amabilidad y profesionalismo de todo el personal de recepcion: muy bien 10 felicitado !!! No solo volvereriamos sino que lo vamos a recomendar !!! Tienen muyyyyy claro lo que significa S E R V I C I O S. Felicitaciones !!!!
Desde la puerta a recepción hay que subir 3 escalones. Hay una alternativa a la derecha, un ascensor, creo, pero está inutilizada. Si se necesita habría que solicitarlo a recepción. Uno de los recepcionistas habla español muy bien y todos son muy amables. La decoración es de un hotel clásico antiguo.
Mi habitación era la 109, una habitación individual, junto al ascensor, que no se oye en absoluto. La llave es convencional, no de tarjeta y se entrega con una bola metálica (supongo que no es de plomo, pero pesa) y una borla. Por supuesto, saqué la llave del incómodo llavero, que guardé en la maleta hasta el final de la estancia y me eché la llave en el bolsillo. La habitación hace un corto pasillo por el hueco del ascensor a la izquierda (aquí, el armario) y el baño de la siguiente habitación a la derecha. Se abre un poco y ya está la cama de 80 cm de ancho pegado a la pared. La colcha está remetida debajo del colchón y se hace el espacio un poco más estrecho. Esto también dificulta airear las sábanas y si no, compruébalo antes de acostarte.
Un antimosquitos eléctrico enchufado. Un soporte plegable para dejar tu maleta: al abrirlo casi no puedes pasar, queda poco más de una cuarta. A continuación un pequeño escritorio con cafetera de cortesía. Encima, una tele con algunos canales en español: TVE Internacional y 24H. Antes de entrar al baño, el balcón. Dos cortinas con algún punto descolgado resultan insuficientes para oscurecer la habitación por la noche. Abres y ves un amplio balcón con las banderas. Por la noche cierras las contrapuertas venecianas y queda el interior más oscuro.
Paso al pequeño baño tras abrir la puerta corredera que indica que el espacio va a ser mínimo. Sin embargo, está completo con su bidé y todo. No tienes donde dejar la toalla a mano al salir de la ducha y al descorrer la cortina lo comprendes todo. El espacio es alargado, pero sin fondo. Así pues, te duchas entre la cortina y la pared calculando inútilmente cada movimiento para no rozar ni una ni otra. Además, el suelo de la ducha es el del baño, por lo que al ducharte el agua llega no solo a la altura del lavabo, sino cerca del bidé. Pones una toalla pequeña en el suelo para frenar el agua, pero no sirve de nada. El consuelo es que al no compartir tu pareja no te recrimina que dejas el baño asqueroso. Tampoco conviene ducharse mucho y gastar el gel, que al quinto día no lo reponían y usé el champú dos días. Al final se dieron cuenta.
El restaurante se encuentra en la planta baja. Para desayunar bajamos por la escalera, muy bonita. Luego se pasa por un salón con sofás y periódicos del día. A continuación un pasillo con alguna habitación y al final el saloncito del restaurante con mesas para dos. A la derecha, un patio cubierta sirve de expansión y cuenta con algunas mesas más grandes. El café hay que pedirlo en la barra, aunque a la vuelta hay una máquina para autoservicio. Los sobres de las infusiones los guardan celosamente tras la barra, a veces sobre la barra, pero el surtido es muy amplio. También se les puede pedir capuchinos. Cada día hacen un pastel o bizcocho distinto y pasan por las mesas para ofrecerlo. El personal es muy amable. Otra peculiaridad es que las cucharas no están a la vista; por ejemplo, para los cereales. De nuevo, se piden en la barra. Me gustó mucho el desayuno. Me quedé sin probar la bresaola; había de sobra, pero siempre cogía otra cosa. Y también hay aceite en dosis individuales, pero eché de menos otro pan para echarlo y no las rebanadas de pan de molde.
"En la zona hay varios restaurantes, son buenos pero muy caros. Caminando unos minutos obtienes variedad buena calidad y mejor precio."Leer la opinión completa
"Pedir capuchino para desayunar. Cuidado con las habitaciones individuales: tienes la mitad de espacio y pagas la mitad más."Leer la opinión completa
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