Olbia (que significa “felicidad” en griego) es un punto de inicio muy popular para aquellos que visitan las playas de arenas blancas de la Costa Esmeralda, pero quienes se queden en esta ciudad costera descubrirán un centro lleno de sitios históricos arqueológicos, piazzas rodeadas de bares de vino y comedores auténticos.

En Siena encontrarás una cocina toscana fabulosa. Y lo que es aún mejor: muchos de los turistas van a la ciudad a pasar el día, por lo que los restaurantes no están llenos de gente a la noche. Probá los pici (una pasta como los spaghetti), la ribolitta (sopa de pan y legumbres) y el panforte, un dulce tradicional de Navidad que ahora se elabora todo el año. Si tenés que cuidar los gastos, pedí el vino tinto de la casa. Seguramente te servirán Chianti, y seguramente será excelente.

Una ciudad tallada literalmente en roca volcánica, Goreme es la puerta al Parque Nacional de Goreme, un gran Patrimonio mundial declarado por la UNESCO que alberga espectaculares iglesias rupestres del siglo X y XI. El parque en sí es famoso por sus formaciones rocosas con forma de chimenea y es muy popular entre los mochileros. También es un lugar excelente para probar la gastronomía turca.

Grand Baie, con sus animados restaurantes, sus playas de arena blanca, sus complejos siempre en expansión y el puerto natural, es un buen sitio para los turistas. Situado en la costa noroeste de Mauricio, sus tiendas de moda y artesanía atraen a aquellos no tan interesados en el mar, mientras que los entusiastas de la natación, de los barcos y del windsurf, disfrutan en el Océano Índico verde esmeralda. Los barcos con el fondo transparente permiten contemplar el mundo submarino, pero si quieres una experiencia singular, toma un submarino para dos personas y navega bajo la superficie con los peces tropicales.