La isla más importante y grande de Seychelles, Mahe, alberga a la capital de Victoria y a aproximadamente 70 000 personas (casi el 90 % del total del país). Aun así, la isla conserva su belleza idílica, con montañas de 900 metros y decenas de preciosas playas. Muchas plantas, que incluyen el famoso árbol medusa y varias orquídeas raras, son exclusivas de las costas de Mahe. El Museo de Historia Natural de las Seychelles, los Jardines Botánicos y el Centro de Artesanías Codevar, todos en Victoria: no te los podés perder.

Praslin, uno de los destinos más populares de las Islas Seychelles, cuenta con fantásticas playas, y hoteles y resorts íntimos. Disfrutá del sol con estilo mientras observás con tus anteojos oscuros las raras especies que habitan en Praslin, incluidos benteveos y loros negros de las Islas Seychelles. El Parque Nacional de Praslin en el sur de la isla contiene el espectacular bosque de palmeras del Vallée de Mai. Los buceadores adoran los antiguos arrecifes de coral de las costas de Praslin.

Llegar a La Digue es como navegar directo a un cuadro, rebosante de pinceladas color azul, verde y marrón claro. Las playas son espectaculares, particularmente Grand Anse y Anse Source, llenas de bloques de granito color rosa. Hay muy pocos autos, así que trasladarse en bicicleta o en un carro tirado por bueyes es la mejor opción. Pedaleá hasta Ile de Cocos para hacer snorkeling o asombrarte ante el extraño papamosca del paraíso (un hermoso mirlo) en la Reserva Natural de Veuve.

¿Querés que tus compañeros de trabajo se mueran de envidia? Decí como por casualidad: “Este año me voy de vacaciones a las Maldivas”, sobre todo si es pleno invierno. O mejor todavía: escapate sin decírselo a nadie y luego mandá una postal que diga “¡Ojalá estuvieran aquí!”.

Roma tampoco se puede recorrer en un día. La ciudad parece una gran sala de exposición de un museo gigante al aire libre, un collage de plazas auténtico, mercados abiertos y sitios históricos alucinantes. Tirá una moneda en la Fontana di Trevi, quedate con la boca abierta en el Coliseo y el Panteón, y recargá tu energía con un capuchino para pasar una tarde de shopping en el Campo de’Fiori o Via Veneto. Zambullite en un plato de pasta fresca, algunos suculentos alcauciles fritos o un tierno guiso de rabo de buey para disfrutar de las mejores comidas de tu vida.

Barcelona parece un poco surrealista: apropiado, ya que Salvador Dalí pasó un tiempo aquí y el arquitecto catalán Antoni Gaudí diseñó varios de los edificios de la ciudad. Entrar a la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaudí es un poco como caer por el espejo; un recorrido que podés continuar con una visita al Parque Güell. Probá la sangría en un café con mesas en la vereda de Las Ramblas mientras mirás a los extravagantes artistas callejeros, luego armá tu propio banquete móvil yendo de un bar de tapas a otro.