Una noche de verano, cálida y soportable, en el patio de un castillo (hotel) renacentista, rodeado de otros comensales distribuidos alrededor del sonido del arpa que acompañaba la cena y la voz melodiosa que nos transportó a otros tiempos, a los orígenes de los dueños...del castillo.
La noche caía y la luz adornaba de dorado las piedras del edificio, sublime decorado. Y continuaba la música mientras llegaban los platos, una cocina adecuada al lugar, con camareros profesionales y amables, todo adecuado para convertir el momento en inolvidable.
Y es que es eso lo que pide a una buena mesa: no alimentarse, sino convertir el momento en inolvidable.Más