Este pequeño restaurante- Hotel con aparcamiento junto a la puerta dispone de dos ambientes bien separados: por un lado esta la zona del bar haciendo esquina y por otro un gran salón de ambiente rústico decorado con perdices disecadas, así como de cabezas de toros de lídia y de caza mayor colgadas de sus paredes.
Las mesas preparadas con manteles desechables de papel contrastan con el uniforme de los camareros y el agua servida en botella de vidrio. El menú diario económico y variado esta bien preparado y servido en la cantidad justa. Destaca encontrar en el mismo carne de venado entre los platos a elegir.
El trato por el personal fue cuidadoso y sencillo, para nada lento, aunque atendía un solo camarero a todo el salón que si llega a tener más clientela se habría visto desbordado.
Es un buen lugar para parar a comer al paso por Piedrabuena
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