Habíamos leído opiniones sobre lo ruidosas que eran las habitaciones exteriores de este hotel, así que a la hora de hacer la reserva, con varias semanas de antelación, pedimos una habitación que diera al patio. Como están "sujetas a disponibilidad" al llegar al hotel, tras conducir 400 km, nos dicen que no puede ser. ¿Y qué se supone que hace uno en ese momento? ¿Coge el coche y se vuelve a casa? Porque claro, ya es muy tarde para cancelar la reserva sin penalización, así es que hay que quedarse con la habitación exterior quieras o no.
Y a pesar de que el aislamiento acústico de las ventanas es bueno, el ruido que subía de dos bares muy cercanos era "incompatible con el descanso". Y si las molestias eran evidentes un sábado lluvioso ¡cómo serán cuando llegue el buen tiempo o en época de fiestas! Aunque lo más doloroso es comprobar en la factura que justamente por ser sábados la habitación costó ¡el doble!
A la mañana siguiente quisimos anular la segunda noche para volvernos a casa pero, repito, como no había posibilidad de devolución del importe el hotel nos proporcionó, ahora sí, una habitación interior que era un remanso de paz.
Si bien el hotel estaba limpio y céntrico y las habitaciones eran amplias y decoradas con gusto, el tema del ruido y el peculiar sistema de mandar el coche a un párking lejano (sólo al final supimos dónde se encontraba estacionado nuestro vehículo) hacen que no podamos recomendar este establecimiento.