Estuvimos alojados una semana en este idílico hotel. Nos encantó todo.
En primer lugar, os recomiendo nuestra habitación, la 209. Dispone de jacuzzi privado y además está en esquina, por lo que es una habitación mucho más tranquila que el resto. Dispone asimismo de una amplia terraza privada. Tanto desde el jacuzzi como desde la terraza se disfrutan de unas vistas privilegiadas sobre el mar.
Las habitaciones de este hotel "caen", literalmente, sobre el mar. De hecho puedes bajar por unas escaleras directamente al mar, desde el propio hotel. No hay arena, pasas directamente de las escaleras al agua (con rocas debajo). Es muy agradable, es como bañarse directamente mar adentro. El hotel también dispone lógicamente de zona común de tumbonas, y piscina de agua salada.
Todo el personal del hotel fue muy amable. Tanto el personal de recepción, que nos recibió muy bien en una sala con bebidas frías y se ocupó del coche, como el resto: personal encargado de las habitaciones, desayuno, servicio de habitaciones, etc.
Servicio de habitaciones rápido y eficiente. Todo el personal estuvo a la altura. Recomiendo los spaghetti alle vongole y tienen un Sirch sauvignon blanc excelente!
El hotel dispone de un gimnasio con vistas preciosas al mar. Es una delicia hacer deporte así. No es enorme, pero tiene todo lo necesario: maquinas para correr, bicicleta, remo, step, pesas, máquina multimuscular, etc. Casi siempre estaba vacío, ideal para ir en pareja y estar a tu aire.
Desde el hotel organizan viajes en barco a Capri y a la costa amalfitana. Nosotros alquilamos la opción de Capri.
Fue maravilloso sentir el aire en la cara a medida que el barco abandonaba el puerto y se adentraba en el océano.
El capitán nos llevo a Capri en barco para visitar la isla por nuestra cuenta. Y después nos recogió con el barco y nos llevó a conocer lo mejor de la costa de Capri: la gruta azul, la gruta verde, la gruta blanca y las conocidas rocas Faraglioni. Pasamos con el barco por debajo del arco. Me pude bañar en pleno mar Tirreno, no muy lejos de dichas rocas míticas. Una sensación maravillosa que nunca olvidaré.
El hotel también organiza visitas guiadas privadas a Pompeya. Fue todo un lujo y un privilegio poder visitar este enclave excepcional solo, con mi pareja y la guía, y sin colas de ningún tipo.
El desayuno podría ser mejor, en el sentido de más abundante. Pero no por ello desmerece. No es enorme, pero sí de calidad excelente: la bollería es casera, local y de muy buena calidad. El salmón y el tomate deliciosos. Muy buena mozzarella artesana. Yo tal vez hubiera añadido fruta más variada. Pero en cualquier caso en mi opinión y dentro de lo que a mí me gusta desayunar, estuvo perfecto. Y con unas estupendas vistas sobre la bahía, casi a pie de mar.
La zona de aparcamiento es muy reducida. Pero nada más llegar les das las llaves y te olvidas del coche. ¡Qué descanso!
Desde el hotel te llevan si así lo deseas a sitios cercanos. Y en cualquier caso puedes ir andando al núcleo urbano del pueblo (Vico Equense), unos 15-20 minutos caminando. Pero cuidado con la carretera, es muy estrecha y en algunos puntos, peligrosa para caminar.
Nunca olvidaré aquella puesta de sol desde la terraza de nuestra habitación.
Nuestro agradecimiento al capitán que nos llevó en barco, Ernesto, por su amabilidad y profesionalidad. Muchas gracias asimismo a Valeria por su recibimiento y pacientes explicaciones. Gracias en general al hotel por la atención que tuvieron con nosotros.
En resumen: un sitio idílico en el que todo esta dispuesto para disfrutar. Muy recomendable.