Marina y Andrés hacen a gran parte de lo que es pasarla bien en este lugar. La estancia y el paisaje son mucho más de lo que se puede sospechar en las fotografías. El lugar es mágico, con historia familiar, la de antes y la de ahora. Cargado de trabajo y de tesón. Nuestra habitación hermosa, con vista al campo. El baño impecable. Buena calefacción. Muy limpio todo. Estar afuera descansando bajo los ombúes, caminar hacia el arroyo, charlar de infinitos temas con Andrés, jugar con los perros, ver zorros, algún ñandú que se arrimó al alambrado, bandurrias…toda la experiencia de una riqueza inmensa. La comida un punto aparte, más que excelente. No sólo su calidad (y cantidad) sino también cómo te presentan todo y cómo consideran tus gustos y contemplan tus horarios. Es un lugar ideal para disfrutar de paz y tranquilidad. Infinitas gracias a ambos.