Mala experiencia durante nuestra visita a este restaurante. Fuimos dos personas a la hora de comer. Nos atendieron el dueño, el ex-pelotari Galartza III, y un camarero joven vestido con un chándal (!!). El dueño nos recomendó las croquetas y la costilla (ésta última fuera de carta), que según él estaban "buenísimas". Pedimos finalmente unas croquetas y una ensalada mixta de primero, y costilla para dos de segundo, con unos pimientos del piquillo y unas patatas de acompañamiento. Las croquetas estaban completamente insípidas, la masa estaba bien pero no habían conocido el jamón en su vida. La ensalada estaba rica, bien aliñada. La costilla, tres trozos por cabeza, estaba bien de sabor, quizás un poco pasada de cocción, con un ligero toque quemado que no llegaba a ser desagradable. Los pimientos no sabían a pimiento sino que tenían un sabor a naranja que no llegamos a entender ni a interpretar, bastante desagradable. Las patatas fritas, de supermercado. En resumen, una comida de nivel medio tirando a bajo. La sorpresa vino con la cuenta: nos habían cobrado 30 € por la costilla, a 5€ cada trozo, y en total 84€ por una comida de tan bajo nivel. Y lo peor fue que el dueño, cuando nos entregó la cuenta, nos dijo riéndose la frase que titula esta crítica, así, sin más, sin haberle hecho nosotros ningún comentario previo: "Los guipuzcoanos tenéis mucho dinero". "Para que vosotros nos lo quitéis ", le respondimos.