El hotel está ubicado dentro del predio de una chacra, aproximadamente a 4 kilómetros de la localidad de San Javier. El entorno es hermoso y sumamente tranquilo, calmo. En su cuidado jardín se puede ver pájaros de todo tipo, cuises y si tienen suerte incluso algún zorrito.
Las habitaciones son espaciosas y decoradas con buen gusto. El desayuno muy bueno, en variedad y cantidad. El personal sumamente amable.
Se destacan por su buen diseño las 2 piscinas del resort. Una de ellas queda frente a la barra y cuenta con una hermosa cascada; la del nivel superior es literalmente un espejo de agua, donde se refleja el Cerro Champaqui y el cambiante cielo a lo largo del día, brindando un bello espectáculo, sobre todo al atardecer, teñido de tintes rojizos y violáceos.
Lo único a mejorar a mi entender es que la cocina debería contar con algún elemento para poder calentar alimentos (microondas u hornito eléctrico), sobre todo teniendo en cuenta que el lugar está alejado de bares o restaurantes y uno a veces no tiene ganas de subirse al auto para ir a cenar a alguna de las localidades cercanas.
Otra falencia, al menos en la habitación donde me alojé, es que no había secador de cabello.