Es de esos lugares que desaparecieron y que se añoran. Una pastelería de barrio, regentada y atendida por sus dueños. Las empanadas fritas son una de sus especialidades, buenas, hay que probarlas. En la pastelería destaca su torta de mil hojas y sus kuchenes de nuez. Ademas tienen leche asada para llevar que nada envidia a la hecha en casa. La verdad, todo es bueno. La razón es que son los dueños que trabajan mano a mano con sus empleados. Los precios son muy bajos y la calidad excelente. Un lugar sobrio, acogedor y sencillo. Sin la pretensión de muchos lugares que sólo son marketing. No reciben tarjetas solo efectivo, pero hay un cajero a pasos del lugar. Admirable el esfuerzo familiar. Un lugar de los que quedan pocos.