Reservamos dos noches a través de Booking.
Días antes de nuestra llegada, un correo del hotel nos pidió que hiciéramos el check in web a través de una encuesta que, entre otras cosas, nos permitió reservar mesa para cenar la noche del 14 de febrero, y preguntar la posibilidad de contar con transfer de regreso a Punta Arenas.
Yo ya había tratado de contactar al hotel, por mail y rrss, para ambas cosas (reservar mesa y preguntar lo del transfer) sin obtener respuesta alguna (desde Torres del Paine no teníamos señal para llamarles por celular), por lo que diría que la central de reservas no es nada de eficiente para responder consultas.
Al llegar, el check in fue rápido. Nos asignaron la habitación 330, con vista al mar (tal como lo habíamos solicitado).
La pieza era amplia, bien calefaccionada, con cama King, un velador (¡faltaba el segundo!), portamaleta, un mini sitial, un mueble con televisión, y un pequeño e incómodo closet con caja de seguridad en su interior (4 colgadores de ropa y 6 cajones pequeños).
El baño era estándar, con tina y ducha, lavamanos que se tapaba de agua, secador de pelo y radiador (calefacción).
Destacar que cerca del ascensor hay un dispensador de agua filtrada de libre uso, que en la tina/ducha hay para colgar ropa, el wifi es gratuito, y que la alfombra hacia las habitaciones podría estar menos manchada.
Para la cena del 14 de febrero había un menú: César de pollo (2 lechugas, 6 pedacitos de pollo, 1 torreja de tomate y queso parmesano), salmón con verduras salteadas (salmón muy cocido y las verduras eran pimentón y zanahoria) y tiramisú de calafate (quizás lo mejor del menú) más bebida o agua. Pedimos la carta de vinos: escasa (3 opciones por cepa) y de baja calidad.
El desayuno (incluido) bastante completo y con opción de pedir omelette. Todo rico.
En la tarde, cuando quisimos descansar, a eso de las 16:00 horas tuvimos sendos ruidos de taladro y martillo. Eran los de mantención que estaban haciendo trabajos. Por tanto, debimos esperar a que terminaran (cero siesta).