Está ubicado a 7 minutos de la parte más céntrica de Tamarindo. La entrada es muy linda y tiene un restaurante. Pero al entrar a la habitación (luego de subir las valijas por la escalera sin aydua) nos llevamos una decepción ya que no había mucho espacio (éramos 3) y no había heladera. El baño no tiene una puerta sino que está dividido como la entrada a un salón del lejano oeste, es decir que no hay privacidad.
Tiene acceso a la playa, pero lo mejor no es quedarse ahí porque, como lo indica el nombre del lugar, hay una laguna con cocodrilos. Lo mejor es caminar un poco más hacia el centro. Y si se vuelve de noche por la playa no se puede ver el camino, por lo que se termina yendo por la calle.
La atención fue buena.