Se trata de un rancho incorporado en una estructura turística con cabinas, un muelle privado y una piscina. Desde el 2002 hasta la actualidad he comido varias veces en este restaurante. En los primeros años se comía bastante bien aunque los precios eran altos. Luego la relación calidad/precio, la calidad de la comida y la atención al cliente empezaron a bajar drásticamente. Tuve ocasión de regresar recientemente con un grupo amigos y voy enseguida a exponer algunas reflexiones.
RELACION CALIDAD/PRECIO: exageradamente desequilibrada hacia el segundo término.
COMIDA: Los platos, sus sabores, su presentación, las cantidades y la forma de cocinar son más propios de sodas y pequeños restaurantes familiares a orilla del mar que abundan en Costa Rica que de restaurantes con cocina gourmet. Los platos no parecen salir de las manos de un chef o de un cocinero de alto nivel sino quienes actualmente cocinan podrían haber frecuentado unos cursos básicos de cocinero del INA y tener en el curriculum experiencias en sodas o en comedores ministeriales. Con todo lo anterior, con el máximo respeto, no hay nada malo: lo que en mi opinión no está bien son los precios propios de restaurante de 4 o 5 cucharas por platos que están a niveles sumamente inferiores a tales estándares.
Algunos ejemplos. Plato de calamares: para los aros se utiliza un empanizado con sazonador, acompañamiento de papas fritas pre cocidas y congeladas y una salsa que es pura mayonesa: el resultado es sumamente pobre. Arroz con camarones: contiene camarones de tamaño variable mediano/pequeño, es sencillo y básico sin lograr a enfatizar los sabores. Los camarones se ven frescos pero son insípidos y les falta el punto adecuado de saladura. No se trata de un “risotto” sino del básico y corriente plato tico propuesto por la mayoría de restaurantes de nivel mediano/bajo; el grano utilizado es el común en el país, no es un arborio, jazmín o indiano el costo de los cuales es mucho más alto. La porción no es propiamente abundante. Costo del plato: ₡15.800 más impuestos, el cual si fuera la mitad me parecería igualmente un precio exagerado. Mariscada: faltan la langosta y los camarones blancos grandes que el menú indica ser presentes en cambio hay varios moluscos y crustáceos frescos (mejillones, almejas, cangrejo) de los cuales el precio en el mercado es mucho más barato. En sí, con cocina de perfil modesto, sabores ordinarios y presentación básica, el plato podría ser aceptable pero el precio de ₡37.000 más impuestos es un insulto por la calidad y la cantidad contenida en el plato.
ATENCION AL CLIENTE: ordinaria. Los meseros, vestidos con uniforme parecida a aquella del personal del “Verdugo”, más que preocuparse que todo esté bien con los platos, asegurarse que los clientes se sientan bien y no les falte nada y, en síntesis, brindar un buen servicio, sobre todo se limitan en insistir para vender más bebidas.
AMBIENTE Y ATMOSFERA: Del rancho no hay vista al mar; las mesas y los asientos son rústicos, obsoletos e incómodos y se parecen más a aquellos que abundan en las ventas de comida rápida en todo el país. El espacio, dominado por una gran barra con forma de barco en el centro y con vastas áreas vacías, resulta anónimo, mal alumbrado, poco acogedor y sin identidad.
Considerando que Golfito es uno de los lugares en todo el país donde resulta más barato comprar pescado y mariscos, ni siquiera la presencia de un muelle que brinda servicio a yates y una piscina en la estructura turística que acoge este restaurante puede justificar los precios del Samoa del Sur por esto tipo de platos y de servicio.
Posiblemente el cliente estándar del Samoa del Sur es un turista extranjero con el yate anclado en el muelle al cual, muy contento por su vacaciones en el trópico, por un plato que en todo el país vale en promedio $20, le da igual pagar $20 o $100.
Al fin y al cabo en la zona hay varias opciones para comer un buen plato de mariscos o pescado a precios razonables, por lo tanto si pueden ¡Eviten el Rancho Samoa del Sur!