Ubicado en un lugar estratégico, el mejor boulevard de la ciudad. Cerca de atractivos culturales y gastronómicos. No lejos del centro comercial ni de la costanera. En una hermosa casa antigua, que ha sido relativamente bien conservada, cuanta con diez habitaciones decoradas y diseñadas cada una diferente, un living muy reducido, una pileta mínima y un comedor dividido en dos, una parte pequeña dentro de la casa, muy bonita y otra ocupando el patio, bajo un cerramiento impropio para el clima santafesino y con un look moderno que no concuerda con el resto de la locación.
A nosotros nos tocó la habitación 103, ubicada abajo de la pileta. Tiene goteras, inclusive sobre la cama. Ante nuestro aviso, en el desk se mostraron asombrados y dijeron que le iban a dar aviso al dueño. Una payasada! Era evidente que esas goteras existían hace ya tiempo, por las marcas en el hormigón del techo y en la alfombra. Como pretensión de compensación, nos regalaron una caja de alfajores al retirarnos. El baño está separado de la habitación por paredes de vidrio. Si te molesta la falta de intimidad, ya sabes que hacer. Había un solo cuelga toalla en una habitación para dos y estaba tan alto que yo que mido 1,70m me tenía que poner en punta de pies para poder llegar a él. Por lo demás la habitación era preciosa, amplia, luminosa y bien diseñada.
A las 9:30 bajamos a desayunar y nos encontramos con que las mesas estaban sucias y con servicios sin levantar y faltaba casi todo, leche, facturas, queso, jugo de naranja, cubiertos, servilletas habían sido consumidos. Buscamos al mozo y no estaba, había salido a buscar las medialunas. Llegó a los cinco minutos e hizo todo lo posible por remediar el desastre.