Ya desde el primer paso me impactó: la sala del hotel decorada con todo lo autóctono que pueden imaginar: tejidos, artesanías, vasijas de barro, etc. Amplio salón comedor contiguo al con grandes ventanales. Hermoso hotel, construido de tal manera que todas las habitaciones tienen la espectacular vista del patio (donde abundan los diferentes tonos de verde y flores), de un cerro y del río.
Habitación sencilla pero muy acogedora, tb decorada con el mismo estilo. Baño amplio, cómodo, ducha caliente, secador de cabello!!! NO hay escaleras ni ascensores, sino rampas, para acceder al piso superior (EXCELENTE idea).
Desayuno clásico pero muy abundante. La cena de entrada, plato principal y postre: exquisita, abundante.. FELICITACIONES a las cocineras!
Párrafo aparte merece María Luz, de recepción: una mujer dulce, de trato amabilísimo, siempre con un sonrisa y dispuesta a solucionar cualquier inconveniente. Respecto de los precios, no puedo opinar, puesto que era un contingente ya contratado. Pero si tuviera que recomendarlo por lo que viví esas noche, lo haría con los ojos cerrados.