Pasamos una noche, pero da para quedarse una semana entera. Uno se siente como en su casa por la decoración que es súper acogedora, con la magia de estar en medio del campo. El desayuno es muy bueno (panes y budines caseros, varios tipos de mermeldas, etc). Las habitaciones son muy cómodas y las camas matrimoniales grandes.
Y lo mejor del lugar son Florencia y Ciro, el guardián de la posada,... ¡Dos genios!!!