Hospedándose en la casona uno no deja nunca de contemplar el paisaje patagónico. Para nosotros fue vital ya que nos alojamos con mis padres de 85 años y sabíamos que pasaríamos mucho tiempo en el hotel. El lugar está meticulosamente diseñado e incluso una de sus nueve habitaciones es apta para personas con movilidad reducida.
Es imposible no destacar la atención y calidez de sus dueños Lili y Fernando, quienes te hacen sentir como invitados en su casa. Las cenas inigualables con la mesa impecablemente servida, el pan caliente, la comida hecha por Lili y esa exquisita sopa de calabaza a la que mis padres nunca pudieron decir que no.