Llegamos a las 12.45 de la mañana cuando la taberna estaba vacía, a comer algunas tapas. Cierto que éramos un grupo numeroso con bastantes niños de 9 años que además se portaron fenomenal, pero desde el principio el dueño mostró su disgusto por nuestra presencia, ¡y eso que no habia nadie más!... lo primero que nos recibió fue un comentario con mala cara sobre que tendríamos que esperar bastante . Que bueno, pues bien, teníamos el tiempo justo pero podíamos entenderlo. A partir de ahí todo el trato fue brusco y descortés, como si nos estuviesen haciendo un favor por atendernos. Tanto los platos como los cubiertos no daban para todos, y cuando pedíamos lo que faltaba poco menos que nos gruñeron. Toda la comida fue así... al final tuvimos que salir a medio comer por un imprevisto, y hubo un malentendido con parte de la comida que el dueño no se tomó muy bien y nos cobro de inicio aunque no lo mandó preparar hasta que lo reclamamos ya que nos lo habían cobrado. En su descargo he de decir que a pesar de que nos fuimos sin el producto, nos localizaron posterioremente y nos entregaron lo que faltaba. ¡Eso sí que fue un detalle!, pero todo lo demás un desastre, con mal sabor de boca la verdad.