1-Ambiente.
Los años no pasan en balde. Quiero decir que tiene una decoración clásica, no descuidada. Tiene los típicos salones que salen en las ambientaciones de Irlanda, o la campiña inglesa, como referencia. Mesas y sillones en la entrada, lugares donde tomar un té con pastas en un ambiente relajado. En las afueras de Gorey, pero a 5 minutos andando de la calle principal.

2-Atención al cliente.
Excepcionalmente buena. La única pega en mi estancia (hubo una boda y un poco de ruido) fue solventada con precisión, elegancia y, sobre todo, me sentí comprendido en la queja. No fue sólo cómo se solucionó, sino el respeto que sentí al recibir mi queja. Pensaba poner un dos o tres estrellas, pero he de reconocer que la atención al cliente me ha hecho subir mi valoración a cuatro.

3-Habitaciones.
Amplias, con decoración a juego con el hotel. El cuarto de baño amplio, pero quizá necesite una actualización (por ejemplo, la bañera tenía un pequeño desconchado que sólo se arregla cambiándola; entiendo que es complicado y no pasa nada, pero le da un aspecto descuidado, como si no hubiera mantenimiento).
Camas cómodas, amplias. Ambiente amplio. Televisor de tubo, pero no importa (no vi la tele). Más bien es una curiosidad.

4-Comida.
Desayunamos. Full Irish breakfast. Genial. La carne de muy buena calidad. En general, todo el género de mucha calidad. Los cafés, tostadas, zumos,... variado y delicioso.
En nuestro caso, además, tenemos una hija que no puede tomar gluten. La atención fue de 10.

5- Opinión personal.
Es un hotel con encanto y bien situado. Vale la pena el desayuno y, probablemente, tomarse un té con pastas por la tarde.
Tuvimos un pequeño problema porque se celebró una boda (creo) y hubo algo de ruido, pero la gestión del hotel fue muy correcta en este sentido. No me importaría volver.