Nada más entrar, la cara y aires de superioridad de la camarera te quitan las ganas de sentarte a comer. No se puede ser más desagradable y altiva. Si no te gusta tu trabajo vete a un taller a ajustar tuercas chica, que eres una siesa.
El primer plato, que era una ensalada, estaba saladísimo, prácticamente incomible. El género, para lo que cuesta el menú, deja mucho que desear. ¿En serio ponéis guisantes de bote en una ensalada? Es para flipar....
Por último, el ambiente es pésimo. Música demasiado alta y además te tragas todo el jaleo de la barra, ruido de cubiertos cuando la camarera "simpática" los tira al cajón después de secarlos etc... salimos con dolor de cabeza y sin haber podido hablar porque con ese jaleo no hay quien se escuche.
La verdad que todo muy mal, pero lo peor, sin duda, y lo que hará que ni vuelva ni lo recomiende es la atención al cliente.
Con lo majos que eran en el Urrechu!!!!! Una pena....