El hotel está situado en una isla a 15 minutos en barco desde Mahé. Desde el aeropuerto hasta donde coges el barco son también 15 minutos. La isla es pequeñísima y no da para paseos, sólo hay 14 bungalows pero eso es lo que lo hace tan tranquilo y relajante. Los bungalows tienen todos un comedor exterior y su piscina privada. El nuestro tenía un acceso directo a una playa absolutamente paradisíaca. El baño era mitad en exterior y mitad dentro del bungalow. Al principio es un poco chocante pero los bungalows están tan bien protegidos de las vistas que después de unas horas no supone ningún problema, y te acostumbras a ducharte casi al aire libre y con vistas a la playa. Es difícil de describir lo espectacular que es.
Los bungalows están rodeados de jardines y árboles altísimos, y crean la sensación de estar totalmente aislados, pero en realidad hay actividad todo el tiempo. Hay gente cuidando y regando las plantas, limpiando las piscinas, encendiendo y apagando la bomba de la piscina, pero intentan siempre pasar desapercibidos para no molestar y que el huésped pueda descansar.
El restaurante/bar es increíble. La carta tenía suficiente variedad y muchísimas cosas frescas, en 10 días puedes probar cosas nuevas cada día y no aburrirte. Los curries son simplemente espectaculares. Tuvimos la suerte de tener al Chef Suman, el cual además de ser un gran chef, resultó ser una bellísima persona y muy implicado con el concepto de alta calidad del hotel, y que se preocupaba muchísimo porque nos gustase la comida y hacía lo imposible porque estuviéramos a gusto.
En general todos en el hotel se preocupaban siempre de que todo nos pareciera bien, y notabas que realmente les importaba. El manager ha logrado reunir un equipo de personas extremadamente amables y profesionales, que hicieron que la estancia allí fuese realmente increíble. Recomiendo a todo el que vaya a las Seychelles, que intente quedarse aunque sea 2 noches, será una experiencia que no olvidarán.