El hotel tiene un enclave único, está en la parte alta del pueblo y las vistas son una pasada, concretamente desde una terraza que da a la piscina, presenciamos unas puestas de sol que parecían sacadas de un cuadro. Todo está muy cuidado, la habitación que nos dieron era muy especial y decorada, como el resto del hotel, con una mezcla entre construcción de alta montaña y motivos nazaríes, reminiscencias del pasado. Incluso se oía el rumor de una pequeña cascada de agua que había cerca. El personal que nos atendió también fue muy agradable, especialmente una chica que había en recepción y era del lugar, no solo se preocupaban de si estábamos cómodos sino también de cómo estaba siendo nuestra experiencia en el pueblo y en la naturaleza. Nos recomendaron rutas muy bonitas y al alcance de nuestra forma física. Repetiremos sin duda.