El hotel es impresionante, la ubicación, el entorno, las vistas (se puede ver la isla de Curieuse, que esta justo delante). Las villas son de otro mundo, una cama gigantesca, y todas las facilidades que nos pudimos imaginar, ducha interior y exterior, bañera, piscina, zona chill out, mini bar, etc.
El personal muy amable y servicial, el desplazamiento dentro del hotel puede hacerse en buggy. Las comidas buenísimas, mucha variedad y calidad. Estamos encantados, si volvemos a Praslin, sin duda, volveremos al Raffles