Fuimos el fin de semana largo con 7 amigas. Andrés, el dueño, nos hizo sentir como en nuestra propia casa.
La posada es muy tranquila, con 8 habitaciones. Una galería hermosa para descansar a la tarde luego de pasear todo el día, y la noche podés pedir un vino y empanadas y comer ahí.
El personal muy atento, y siempre dispuesto a atenderte de la mejor manera.
Volvería encantada.