De Regreso desde Florianópolis fuimos a conocer otras playas del litoral sur de Santa Catarina: Garopaba, Ferrugem y Praia Do Rosa. Como no conocía, tenía mucha incertidumbre y no quise hacer reserva previa de alojamiento en ninguna de ellas.
Garopaba no nos gustó para quedarnos, así que buscamos en Praia Do Rosa. Preguntamos en tres o cuatro y cuando vi ésta, pensé que tendría un costo elevado, pero fue más que razonable en relación al servicio ofrecido.
Está enclavada en un lugar elevado por lo que tiene unas vistas muy bonitas de la sierra y la Lagoa de Ibiraquera. Como contrapartida a esto, hay una subida pronunciada para entrar con el auto y si se lo hace a pie, son bastantes escalones, lo cual lo hace dificultoso para personas con discapacidad. La ubicación es un poco alejada de la playa, (unos 15 minutos a pie), pero está a pocos metros del centrinho de Praia Do Rosa que ofrece variedad de opciones para comer. También hay una pizzería y restaurante, cruzando la calle, justo enfrente de la Posada.
El lugar está rodeado de hermosos jardines con árboles frutales y flores en medio de los cuales se ubican las cabañas y bloques de departamentos. En un costado se encuentra el estacionamiento semi-cubierto y en otro ala está la recepción junto a una amplia sala de estar con TV de pantalla plana. Luego, el desayunador y en sector contiguo, el quincho con parrilla y hamaca paraguaya, además de sillones de madera, mesas y sillas, todo a disposición del huésped. Frente al quincho se encuentra la sala de juegos con ping pong de mesa y metegol, más la piscina climatizada con jacuzzi que se podía usar hasta las 10 pm.
Para el caso de familias numerosas hay cabañas térreas con ambientes amplios. En nuestro caso, al ser dos, nos asignaron un departamento en un primer piso. Tenía un estar con sofá-cama, mesa con 2 sillas y el frigobar (vacío). En desnivel se ubicaba el sector del dormitorio con la cama, un mueble repisa para guardar la ropa y la TV. Frente a eso estaba el baño con cuarto de ducha, prolijo y limpio. Un pequeño balcón con vista a los jardines. Algo que me llamó la atención fue que no tenía ningún tipo de artículo de tocador, ni siquiera jabón, (lo mismo ocurrió en la posada donde paré en Florianópolis) pero nos explicaron que es algo bastante común en este tipo de alojamientos. De todos modos, ellos proveen de pastillas grandes de jabón a los huéspedes que no hubieren llevado.
El desayuno consistió en infusión a gusto, panecillos, frutas, jugo natural, yogurt con cereales, jamón, queso, manteca y dulces de fruta. Recién cuando acabamos de sentarnos y comenzar a degustarlo, la dueña apareció con unos sandwichitos tostados calentitos, una delicia.
Como fuimos en febrero, -es un mes más tranquilo que enero- y encima sólo había otra familia además de nosotros, tuvimos todo a nuestra entera disposición.
El trato fue súper cordial, desde el primer momento. El día que nos retiramos debíamos hacerlo muy temprano a la madrugada y la noche anterior la dueña nos indicó un lugar para dejar oculta la llave y nos dijo que nos retiráramos sin problema. Nadie vino a controlar absolutamente nada, eso demuestra la informalidad en el trato y el grado de confianza hacia los huéspedes.
La verdad, me encantó esta posada, las vistas, la paz y tranquilidad del lugar con su verde parque, las frutas colgando de sus árboles y el canto de los pájaros. Un paraíso.