En plena Toscana, a 10 min escasos del centro de Florencia y más o menos a una hora de lugares como Siena, Pisa, Arezzo, San Gimignano o de la maravillosa zona de los vinos de Chianti se encuentra, en lo alto de una pequeña colina, este pequeño paraiso que, después de rutas maravillosas -y agotadoras- por la zona, te permite reponer fuerzas en el mejor sitio posible: amplias habitaciones y espacios, fantástica piscina ajardinada, tranquilidad absoluta, buffet-desayuno variado, copiosas ensaladas y focaccias al mediodia y... bodega y cosecha propia!
Algo a destacar especialmente es la atención y consejo inmejorable de los anfitriones y propietarios de la villa: Emiliano y Gaia y la atención del servicio. Si hay que encontrarle un pero -cosa realmente difícil- es que echamos de menos poder cenar alguna cosa ya que, de vez en cuando, después de una jornada maratoniara de visitas y calor solo apetece llegar a "casa". Pero hay que añadir que todos los restaurantes que nos recomendaron fueron de muy buen nivel. En conjunto, sin duda, es un lugar para volver y recomendar con toda confianza.